A un año de la toma de tierras en Guernica: “Tierra para vivir, feminismo para habitar”

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Se cumplió un año del inicio de la toma de tierras en Guernica y el portal Anred publico una muy interesante nota sobre lo acontecido y en especial sobre el rol de las mujeres en hechos sucedidos

Miles de personas acuciadas por la necesidad de solucionar su problema habitacional se instalaron en  terrenos ociosos y consolidaron una experiencia de lucha colectiva por conseguir una “tierra para vivir”. Durante ese proceso las mujeres y disidencias sexogenéricas tomaron un rol protagónico, ya que sus presencias y activa participación en las asambleas han sido cruciales tanto al sostenimiento de la lucha como las prácticas políticas en clave feminista que se delinearon, transformándolas en actoras sociales fundamentales. Allí en Guernica lucharon las mujeres sin tierra, las que escapan de la violencia machista, las que crían solas, las trabajadoras de casas particulares desempleadas por la pandemia, las que construyen comunidad y  sofisticadas redes de cuidado, las que visibilizaron que no puede haber Ni Una Menos, ni acceso al aborto legal seguro y gratuito sin una vivienda.

Al calor de la irrupción del movimiento de mujeres y disidencias sexogenéricas que se hizo masivo y visible cuando salió a las calles a defender y exigir sus derechos, principalmente en la lucha contra la violencia de género y conseguir el aborto legal, durante la experiencia de la toma de tierras en Guernica se vieron consolidadas prácticas de organización política en clave feminista.

Históricamente las mujeres y feminidades disidentes han sido relegadas y marginadas de los espacios de toma de decisión en procesos o experiencias de toma de tierras, aun cuando fueran sostenedoras de tareas fundamentales de las que depende la vida, como por ejemplo: organizar la olla popular para comer. Sin embargo la experiencia de Guernica resulta novedosa en cuanto a la consolidación de las mujeres en roles de liderazgo y toma de decisiones en los espacios colectivos asamblearios.

No sólo han tomado la palabra en las asambleas de vecinos haciendo circular la voz para que “no hablen siempre los hombres”, sino también asumieron la tarea de dialogar con los funcionarios estatales, para representar a las familias y denunciar sus necesidades frente a ellos.

Hacia afuera como portavoces de las demandas y denunciantes de las enormes dificultades que atravesaban las familias redactaron una carta dirigida a las ministras Elizabeth Gómez Alcorta y Estela Díaz, titulares del Ministerio de Mujeres, Género y Diversidad de la Nación y el Ministerio de Mujeres, Políticas de Género y Diversidad Sexual de la provincia de Buenos Aires, respectivamente. En el escrito detallaron minuciosamente las diversas situaciones que llevaron a cientos de mujeres al predio de la toma.

«Muchas de nosotras hemos sufrido violencia de género y, sin poder tener otro recurso, tuvimos que abandonar la convivencia con nuestros violentadores para poder estar a salvo. Vinimos con lo puesto, no tenemos nada más. Muchas de nosotras somos jefas de hogar y madres solteras. Hay entre nosotras trabajadoras de casas particulares, que fuimos echadas de nuestros trabajos durante la pandemia, y otras trabajamos de changas, viviendo el día a día, pero nuestros ingresos se vieron perjudicados por la difícil situación sanitaria que está viviendo el país. Nuestros compañeros se han quedado sin trabajo, sin ingresos. En algunos casos, teniendo que devolver incluso los carros que les habían prestado para juntar lo poco que podían».

“Violencia de género también es no tener una vivienda digna, y un acceso a la niñez con plenos derechos. Les pedimos que nos acompañen, que nos ayuden a echar atrás el desalojo. Que se hermanen con nuestro reclamo de #NiUnaMenosSinVivienda. Esperamos una pronta respuesta», finalizaba la carta.

Las respuestas no llegaron. El 29 de mayo del 2021 Ayelén Jara fue asesinada siete meses después de ser desalojada de Guernica. Su femicidio ejemplifica el pedido que la carta de las mujeres de la toma denunció.

Durante el proceso de recuperación de tierras, hacia dentro de la organización barrial las prácticas feministas delinearon acciones concretas, sobre todo al no permitir ni tolerar violencias machistas de ninguna índole. Por primera vez, la propia organización asamblearia evaluó expulsar del predio a aquellos varones que ejercían agresiones hacia sus compañeras, sin que se antepusieran la necesidad habitacional como atenuante de las agresiones. Feminismo para habitar, significó el deseo de construir un espacio que no sólo solucione el problema de conseguir una vivienda digna sino también fue igual de importante la construcción de lazos colectivos de cuidado, puesto que el ojo comunitario es sensible a violencias particulares que sufren las mujeres.

La lucha del movimiento feminista se evidenció en la toma de tierras en Guernica, allí lucharon las mujeres lesbianas trans travestis y no binaries sin tierra y visibilizaron que no puede haber Ni una Menos, ni aborto seguro sin un lugar donde vivir.

 

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