Diagnóstico en suspenso: el costo de la demora en el Hospital Penna
En el corazón del sur porteño, el Hospital General de Agudos J. M. Penna del barrio de Parque Patricios es un nosocomio indispensable para miles de vecinos. Sin embargo, una reciente auditoría de la Auditoría General de la Ciudad de Buenos Aires (AGCBA) ha arrojado una sombra inquietante sobre dos de sus servicios más esenciales: Fonoaudiología y Diagnóstico por Imágenes. Es en este último donde la lupa de los auditores encontró las grietas más profundas, aquellas que, lejos de ser meras cuestiones administrativas, pueden marcar la diferencia entre la vida y la muerte para quienes dependen del sistema público de salud.
La Organización Mundial de la Salud no deja lugar a dudas: el diagnóstico por imágenes es un pilar fundamental de cualquier sistema sanitario moderno. Según sus estimaciones, hasta el 80% de las decisiones médicas se toman en base a pruebas radiológicas. No es exagerado afirmar que, sin radiología, la medicina contemporánea sería ciega. La capacidad de detectar, evaluar y monitorear enfermedades, de guiar tratamientos y prevenir complicaciones, depende en gran medida de la calidad y la oportunidad de estos estudios.
Sin embargo, en el Hospital Penna, la realidad dista mucho de ese ideal. El informe de la AGCBA revela que la falta de personal especializado ha generado demoras alarmantes en la entrega de informes, especialmente en mamografías, un estudio clave en la lucha contra el cáncer de mama. Allí, donde la premura puede ser decisiva, las pacientes deben esperar entre 30 y 60 días para conocer sus resultados, cuando la literatura especializada y los estándares internacionales recomiendan un plazo máximo de 72 horas. La consecuencia es tan concreta como inquietante: la demora pone en riesgo la atención médica oportuna y eficaz, y puede afectar de manera irreversible la calidad de vida de las mujeres que aguardan un diagnóstico.
El volumen de trabajo no es menor: en el Penna se realizan hasta 500 mamografías mensuales. Cada informe retrasado es una historia suspendida, una paciente que espera, un médico que no puede decidir, una familia que vive en vilo. La auditoría señala, además, que la gestión de turnos y la utilización del equipamiento distan de ser óptimas, con una subutilización de recursos que supera el 50% en algunos casos. No se trata solo de falta de recursos, sino también de una gestión ineficiente que agrava la situación.
La OMS y la OPS insisten en que los servicios de radiología deben funcionar bajo estrictas normas de seguridad y calidad, no solo para proteger a los pacientes, sino también para garantizar resultados confiables y útiles para la toma de decisiones clínicas. En el Penna, la distancia entre la norma y la realidad se mide en días de espera y en oportunidades perdidas.
La auditoría no es solo un diagnóstico: es un llamado de atención. Los hospitales públicos, y en particular el Penna, tienen el potencial y los recursos humanos para brindar un servicio de excelencia. Pero ese potencial solo se materializa cuando la gestión es eficiente, la dotación de personal es adecuada y la tecnología se utiliza al máximo de su capacidad. Mientras tanto, cada demora en un informe es un recordatorio de que la salud pública no puede esperar.