Tareas de fumigación, desratización y desinfección en Parque Avellaneda

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Mientras se espera por el retorno de las actividades presenciales, en el día de ayer  se realizaron las tareas de fumigación, desratización y desinfección en el Antiguo Tambo, la Casona de los Olivera y el Antiguo Natatorio complementando otras medidas de prevención, a fin de preservar los espacios en las mejores condiciones.

De esta manera nuestros habituales espacios de encuentro aguardan el ansiado retorno de las actividades y sus protagonistas.

Por otra parte en el espacio por excelencia de la cultura en la comuna 9, desde el Proyecto de Arte y Educación Pequeñas Colecciones continúan compartiendo más Arte para el Bienestar…

Ahora la propuesta compartida es “un convite de las manos”, manos que reciben el milagro de la vida porque tienen luz propia.

Manos que usamos por primera vez para acariciar la teta de mamá. Lo primero que ellas tocan. Será por eso que nos llegan recuerdos de madres y madres de madres?  De manos que son vida y que dan vida. Con las que identificamos el universo completo. Manos que dando amor dan libertad.

Extensiones del alma, siempre haciendo y deshaciendo en un continuo devenir.

Manos firmes que escriben una carta de amor. Manos que tejen, manos que dan, manos que tiemblan de maíz y sal. Manos viejas, manos que amasan y posibilitan la creatividad, las caricias, la compasión, la ofrenda. Manos sensibles al necesitado. Insustituibles.

Manos que escriben, pintan, limpian, cocinan, acarician con su lenguaje gestual. Manos-herramientas que permitieron incluso el milagro “del 10”.

Algunas madres nos traen recuerdos de manos de “corte y confección”; saberes que con el tiempo hilarían el ajuar de una hija, su traje de novia, e incluso chalecos e instrumentos de comedia musical.

Manos a las que les hubiese gustado estudiar, pero tuvieron que trabajar aprendiendo temprano el lenguaje del tejido de punto y el zurcido.

Manos de los alfareros cotidianos que quisieron hacer un cántaro pero les faltaba el agua. Lloraron de rabia hasta que apareció el agua y sus manos pudieron modelar el barro. Así nació el cántaro que llenó con cantos que difundió el arte de los alfareros cotidianos que aún perdura en el largo tiempo latinoamericano.

Manos rústicas, manos amadas. Ásperas y rugosas de la vieja campesina emigrada de su Piamente natal a las dulces colinas uruguayas de clima apto para las vides. Manos que amaban la tierra de su segunda patria. Le hablaba, le pedía un “miracolo” pero el milagro era ella misma.

Manos, las más bellas, blancas y delicadas de madre. Manos que un célebre retratista admirando su perfección reprodujo con oleos. Relajadas sobre sus piernas cubiertas con un largo vestido de seda color ceniza.

Hoy, en época de pandemia agradecemos su destreza y flexibilidad que nos ayuda a ocupar tiempo y mente creando infinidad de artes. Ellas obedecen el mandato de las ideas para poder crear y alegrar nuestro paso por la vida. Porque también son ellas las que hoy nos cuidan, nos curan, nos vacunan y abrigan. Manos a quienes aplaudimos, agradecemos y estaremos en deuda por su trabajo sin descanso.

Creación colectiva de: Isabel, Haydee, Laura, Elena, Rita, Zulma, Dina, Vera, Mónicas, Natalia, Ana María, Amalia, Fanny y todo el convite vía zoom de Centros de Día.

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