Vecinos de la ex villa 1-11-14 fueron a la Legislatura

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Una comitiva de la comunidad del barrio Padre Ricciardelli del Bajo Flores llegó hasta la Legislatura porteña para presentar su proyecto de urbanización e impulsar la urbanización de esta parte de la comuna 7 que está siendo postergada desde hace décadas. vecinos y vecinas hablaron con distintos medios de comunicación para contar su historia y los 23 años de postergación de la iniciativa de urbanización.

los vecinos y vecinas quieren un bario como cualquier otro ordenado, con calles, iluminación, servicios y seguridad, algunos de ellos comentaron que parece que el tiempo no paso y la modernidad no llego a esta parte de la ciudad

En una nota realizada por Nicolas Recoaro se señala que 40 mil personas cobija el Barrio Padre Rodolfo Ricciardelli. Son guarismos de un censo realizado por el Instituto de Vivienda de la Ciudad (IVC) en 2018. Para los vecinos se queda corto: suman casi el doble, 80 mil almas. Antes de la pandemia, el 40% eran inquilinos. El 98% de las viviendas del barrio tenía conexiones informales a la red cloacal, el 94% usaba garrafas y el 97% estaba conectada sin medidor a la red eléctrica.

Visto desde las alturas, el barrio es un laberinto organizado, lleno de cortadas, trasversales, islas repletas de casas que suben hasta los cuatro pisos, placitas secas, restaurantes y tiendas variopintas. Se estira frente al Nuevo Gasómetro por Perito Moreno, desde Fernández de la Cruz hasta Varela, Bonorino y más allá. Una ciudad pujante en la ciudad de la furia cambiemita.

Villa miseria, de emergencia, vulnerable. Villa Bajo Flores, Medio Caño, Evita, 1-11-14. «Ricciardelli desde 2019. Ese es el nombre que elegimos los vecinos. Nuestra identidad marcada por un cura villero que se opuso a las topadoras, a la erradicación, y que luchó con nosotros», subraya el electricista Mario Franco, delegado de la manzana 10. Con 25 años en el vecindario, don Franco da cátedra de historia barrial: «Hay que remontarse a la década del ’30 del siglo pasado, cuando se instalaron los primeros pobladores, en plena crisis económica. Fue creciendo y en los ’70, durante la dictadura, Videla y Cacciatore quisieron erradicarla. Agarraban a los vecinos y los mandaban al Conurbano, a las provincias, a la frontera. Pura violencia. Pero el padre Ricciardelli se plantó frente a las topadoras con una bandera argentina y una eclesiástica y les dijo ‘acá no pasan’. Quedaron en pie 30 casitas y la iglesia. Nuestro barrio no lleva el nombre de un político oportunista o de un empresario generoso, sino el de un cura que se la jugó por los villeros».

En los ’90, cuenta Mario, impulsados por el padre Ernesto Narcisi, otro veterano del Movimiento de Sacerdotes del Tercer Mundo, los vecinos le dieron forma al Cuerpo de Delegados Único: «Hicimos una marcha grande al centro, en el 2000, antes del estallido. Hubo huelga de hambre para exigir la urbanización. Así se logró la Ley 403, que nunca se cumplió». Ni Ibarra, ni Macri, ni Larreta movieron un dedo. Puros parches puso el Estado porteño en la barriada durante estos 23 años. Entonces, la lucha continuó en el Bajo Flores: «Reclamamos desde el 2012, pero nunca fuimos escuchados. En 2017 empezamos a trabajar los vecinos en un proyecto de reurbanización».

Se presentó en la Legislatura el pasado jueves. Un 13 de julio. No es azar. Es la fecha que recuerda el fallecimiento del padre Ricciardelli, cuyos restos descansan en la capilla Madre del Pueblo. El proyecto es participativo y busca generar consensos para que todas las familias puedan tener una solución habitacional digna. Propone que se garanticen los servicios básicos: luz, agua, gas, desagües; al mismo tiempo que contempla obras en los centros de salud y la construcción de escuelas. Don Mario cierra la clase: «Nos enseña la historia que nunca hubo voluntad política para mejorar la vida en el barrio. Basta de discriminarnos. Queremos vivir mejor». señalan en Tiempo Argentino.

 

 

 

 

 

 

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