Poético, amable, calmo, único e irreproducible, así puedo describir a un artista tan enorme como Hozier, probablemente el irlandés más querido después de Bono. En su álbum debut Take Me To Church (2014), que será la recomendación de esta semana, demuestra una esencia nueva que se desliza mediante el cuerpo y logra captar la atención de quién la oiga, la voz de Hozier no pasa desapercibida. Es un recorrido por momentos tenue, que luego sube el ritmo y después vuelve a su lugar, a esa espiral de ensueño de donde partió. Lo considero uno de los mejores artistas contemporáneos, un compositor y guitarrista de primera que lleva la posta de su impronta en la mano; muy influenciado por mi querida Nina Simone, por su activismo político y por la poesía, en pocas palabras, una de las siete maravillas actuales. El álbum contiene la famosa canción homónima “Take Me To Church” aunque, al centrarse únicamente en este hit no llegan a develarse las joyas escondidas en la profundidad, tales como “To Be Alone” (uno de mis riff preferidos en la vida) y “From Eden”, acompañado de un precioso arte de tapa surrealista.
